mr
Ps:
— 38 —=
to el imperio del mar y del comercio, teso-
ros inmiensos y prosperidad indefinida.
—Y ¿qué parte pedís para vos?-—preguntó
irónicamente el arzobispo.
—¡ Para mí!l—exclamó el marino.—Yo na
pido otra cosa que la gloria, la inmortali-
dad.
—No es mucho.
—Galardón es tan grande para mí, señor,
que a trueque de conseguirlo estoy dispues-
to a verter hasta la última gota de mi sangra
si necesario fuese.
¡ Delirio !—amurmuraron algunos consejer
ros.
—Es ardimiento—objetó don Alvaro,
-—Obrando cuerdamente, no es posible
prestar vídos a sus palabras—repuso el arzor
bispo.
—El honor de la patria exige de nosotros
que le oigamos. ¿No nos ha entregado un es
crito ¡donde sin duda expondrá su plan?
Don Pedro hizo con la cabeza una señal
de asentimiento;