Aprovechó la primera ocasión oportuna
para hacer análogas preguntas a su padre,
De éste recibió idénticos detalles.
Algo distintos en la forma; pero en el fon-
do exactamente iguales
Sólo que don Diego creyó poder añadir por
vía de corolario:
—Ya ves; tú te aflijes y te pones a la
muerte sólo al pensar en un sacrificio que
es un bien; y él ni siquiera ha intentado sa-
ber de ti, y se consuela con los cuidados de
su esclava,
Doña Inés no contestó.
Pero no habían transcurrido todavía dos
semanas de estos sucesos, y la noble hija de
don Diego era ya la esposa del muy noble y
muy poderoso señor don Pedro de Portale-
gre y de Silva.
Al llegar a la habitación que en su nueva
morada él la tenía destinada, halló sobre el
tocador una bandeja de oro.
En ella había un pliego que ostentaba las
armas reales de Portugal,