reemplazaré cerca de vos para organizar vuestra
huída... ¡Señora,—añadió el desconocido,—el caba-
llero de Lusignan os envía estos alimentos, y os
suplica que reparéis vuestras fuerzas y viváls
por amor a él!
Abrió un saco de cuero que colgaba de su cin.
tura, y sacó de él pan, provisiones.
Jacoba no podía rebelarse contra el cariño que,
aun de lejos, velaba por ella,
Recobraba la confianza.
Comió con avidez.
Así que su hambre se hubo calmado un poco,
preguntó:
—¿Quién sois? ¿Qué nombre debo dar a mi
nuevo salvador?
—Mi nombre no os dirá nada, señora... Soy
el escudero de un amigo muy querido del caba-
llero, de monseñor el barón Paulino de la Garde,
el apuesto y esforzado capitán Ladrón de Cora:
ZON€s,
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