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E Sobre Argel se desencadenaba, ensordecedor, el
cañoneo del Peñón. El fuerte Barbassan contestaba
E lo mejor que podía, como asimismo las piezas del
e [ ] ,
malecón; pero éstas fueron bien pronto reducidas
al silencio, porque dos bombas del Peñón des-
hicieron sus cureñas, y mataron a la mayor parte
de sus servidores.
Djalma seguía con vivo interés esta lucha emo-
lonante.
¡Haga Alá—repetía a cada instante—que el
miserable Arudch haya quedado enterrado bajo
las ruinas de su palacio!
Pero de pronto palideció.
En una de las galeras que se apartaban del
muelle acababan de hizar el pabellón del corsario,
con la media luna y la estrella, que ondeaba orgu-
llosamente al viento. Al mismo tiempo su arbola-
dura se cubría de velas triangulares de inusitado
tamaño. Las grandes alas son el atributo de las
aves de presa.
La galera del dey se dirigió, rápida, hacia la
De falúa de Paulino.
Éste se dió cuenta de la maniobra. No dudó
de que Barbarroja estaba a bordo de aquel navío
de intenciones claramente agresivas.
El Ladrón de Corazones sólo sentía una cosa:
no poder enarbolar también su pabellón, el pa-
bellón blanco de Francia, el emblema tan frecuente-
mente vencedor en los mares.
Como si hubiese adivinado este sentimiento, el
joven rubio sacó del jubón escarlata que llevaba
bajo el tabardo azul con botones de cobre un
pañuelo que alargó a Paulino.
Éste le cogió, muy contento de verse tan bien
comprendido.
Poco después el blanco pañuelo, sujeto a un
| remo colocado verticalmente, ondeaba también al
, ylento.
J A pesar de los esfuerzos de sus remeros, la falúa
f perdió la delantera que llevaba. La velocidad de la
galera aumentaba, Alcanzaría a la pequeña em-
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