—|Rayos y truenos !l—exclamó Gaucher, loco de
rabia;—¡a este fraile le voy a dar su merecido!
¿Pero qué hacer, estando desarmado, contra un
adversario tan fuerte?
Sin tomar en cuenta la amenaza, dijo el religioso,
sencillamente:
—Dad gracias a Dios porque os he evitado un
crimen,
—| Un crimen! ¡Muy atrevido sois cuando ha-
bláis asíl Pero veo que lleváis el hábito de la
abadía de Divielle, y en ella vuestros compañeros
son todos atrevidos e insolentes... Vuestra abadía
tiene hasta la pretensión de contrarrestar con su
poder el mío... Ya la meteremos en cintura...
== 51. ¿Dios *os Lo permite!—dijo sentenciosa-
mente el fraile,
—Y sabed que no se trata aquí de un crimen,
sino del acto de justicia de un marido burlado...
Y ahora, reverendo padre, dejadme desahogar mi
rabia y lavar mi honor... Seguid vuestro camino,
Lejos de obedecer esta orden, el religioso se
acercó a Jacoba, que no se atrevía a creer en
aquella ' intervención providencial. Se interpuso
entre ella y Gaucher,
—|Pensad que no sería digno de un cristiano,
ni de un caballero, ejercer una venganza cruel y
sanguinaria contra una mujer indefensa, aunque
esa mujer fuera la más miserable de las cria:
turas!
—La esposa sin pudor y sin fe no merece com:-
pasión. ¡No es un ser humano!
—| Cristo perdonó a la mujer adúltera...
—Habláis como un hombre inaccesible a las
pasiones terrenas. No conocéis los sufrimientos
del amor traicionado, la tortura de los celos...
—¿Qué sabéis vos? El pasado de las almas
oculta abismos. Todo el mundo puede haber pade-
cido lo que vos padecéis... Pero la misericordia
es propia de los corazones grandes...
-—Mi corazón se ha vuelto insensible y sordo.
No tratéis de conmoverle, ¡Es preciso que la
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