Full text: La marquesa dolorosa

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el duque caer herido, con la mano ensangrentada... 
muy pronto... 
—¡Pero el que corta las manos es el verdugo! 
—No será el verdugo... Al lado de vuestro 
hermano cae otro hombre, con el pecho hun- 
dido... 
yo ?—preguntó Jacobo con voz trémula, 
contestó burlonamente el bufón,—mori- 
rás de una borrachera. 
—Lo prefiero, —murmuró el criado. 
Preciosa guardó silencio. 
No quería dar importancia a aquellas profecías 
que tenían trazas de no ser otra cosa que una 
humorada. Sin embargo, no dejaron de impre- 
sionarla, 
Quiérase o no, la boca que formula predicciones 
es siempre escuchada con respeto, con temor. 
Pocos espíritus se sustraen a esta ley que raya 
en lo sobrenatural. 
Por esta razón permanecía pensativa, seria... 
El enano caminaba con paso firme y rápido, 
como hombre que conoce el terreno. Con sus 
ágiles piernecillas daba grandes zancadas, y sus 
compañeros tenían que acelerar su andar para 
seguirle, 
De repente, por encima de ellos, se produjo 
un fuerte rumor. Levantaron la cabeza. A unas 
cuantas toesas agitaba sus alas en el espacio 
un águila inmensa, oprimiendo entre sus garras 
a un cervatillo que bramaba. 
¡Mal  presagiol—dijo Minimus.—Démonos 
prisa. 
En aquel instante una flecha, disparada desde 
muy lejos, fué silbando a herir el águila, que 
soltó su presa. 
El cervatillo cayó a algunos pasos de Preciosa, 
que le recogió, en tanto que la enorme y magní- 
fica ave, desplegando por completo sus alas, se 
remontó hacia el cielo, 
El lindo animalillo había caído en el musgo; 
no se hizo ningún daño. 
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