Full text: La marquesa dolorosa

—Tú_ te volverás con Jacobo a San Juan de 
Pie de Puerto: allí encontraréis vuestros caballeros, 
y partiréis para Embalire... No tienes nada que 
temer, hermana. Puedes viajar tranquila. 
Y, sacando una bolsa de seda un poco deterio- 
rada, en la que el escudo ducal estaba oprimido 
por el pasador de oro, añadió: 
Aquí tienes dinero. 
Le entregó 20 doblones. 
—Ya ves, hermana, que reparto fraternalmente; 
esto es todo lo que me queda, o 
La joven quiso protestar, devolver parte de 
aquella cantidad. 
—|Ni una palabra más!—pronunció el duque con 
una entonación áspera, en la que tal vez se hu- 
biera podido advertir un leve matiz de cariño. 
—¿Y tú, hermano, qué vas a hacer? 
—Volveré también a Embalire, pero por ca: 
minos extraviados. Viajaremos de noche, especial- 
mente... Y después de todo,—añadió inclinando 
la cabeza,—¿para qué tomar tantas precauciones, 
sin duda inútiles?... Nadie se sustrae a su destino... 
¿Crees en los sueños, Preciosa? 
La joven le miró sorprendida, con expresión 
interrogadora. 
El duque continuó: 
—He tenido un sueño esta noche, en la gruta 
del Paso del Lobo, mientras tú te dirigías a 
Pamplona... Me veía luchando, atacando... ¿En 
dónde?... No podría decirlo; el país me era des- 
conocido... A mi lado caía un hombre herido de 
un balazo en el pecho, y yo veía, casi al mismo 
tiempo, mi mano separarse de mi brazo, saltar por 
los aires y caer ensangrentada en el suelo... ¿No 
€s esto extraño? 
—|Extraño, en efecto!l—murmuró Preciosa, muy 
pálida. 
Recordaba la profecía del bufón del condes- 
table. 
El sueño y la predicción estaban acordes... 
¡Terrible coincidencia! 
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