nos hace exigentes: los días que aun faltan para
que yo vea a nuestro hijo van a parecerme más
largos que los siete años pasados lejos de él.
-Pronto nos separarán de Felipe unas horas
tan sólo, amada mía, porque partiremos mañana,
Estáis tan fatigada que sería imprudente emprender
hoy mismo ese largo viaje.
Un beso unió nuevamente sus labios, en deli
ciosa comunión.
—¡Mi1 prometida! ¡Mi esposa adorada!—repetía
el caballero.
Llamaron a la puerta,
Santos fué a abrir.
Jacinta Gillebardón entregó a Santos un pliego
cerrado.
—Un j¡jinete—dijo—acaba de traerlo, a todo
escape, de la abadía de Divielle.
—¿De la abadía de Divielle ?—repitió Lusignan
con asombro,
—Sf,—repuso la hostelera.—Y me ha rogado
que os lo entregase inmediatamente. Es cosa
urgente, según parece.
Santos abrió el pliego, y leyó:
Querido amigo y excelente camarada: Reclamo
de vos ayuda y apoyo. El marqués de Puyanne
y su gente han cercado de nuevo el monasterio,
y comienzan el asedio, resueltos a todo. Estoy,
herido; con mi sangre se me van las fuerzas.
Hace falta un soldado al frente de «mis pobres
monjes enloquecidos. ¡Venid pronto, Santos, mi
hermano de armas, en nuestro socorro! Confío
en que no apelaré en vano a vuestra amistad y
a vuestra bravura... PAULINO
—¿En donde está el mensajero ?—preguntó el
caballero, muy inquieto.
—Se volvió a marchar en seguida, monseñor,
Tenía orden de hacerlo así.
-¡Pronto, que ensillen mi caballo!—ordenó
Santos.—¡ Paulino de la Garde está en peligral
Paulino me espera... Corro a su lado,
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