Full text: La marquesa dolorosa

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El caballo del joven devoraba el espacio. 
El abate Trebuchón, agarrado con una mano a 
la crin de su mula, pensaba, en su fuero interno, 
que aquella velocidad era exagerada. 
—|Es una carrera como para estrellarsel— pen- 
saba.—Ciertamente no es prudente... 
3 Pero no se atrevía a protestar; se hubiera aver: 
gonzado de ello. Se contentaba con dejarse za- 
Ytandear en una sempiterna danza, de la perilla 
de la silla al borrén. 
] La mula, terca como todas sus iguales, se em: 
y peñaba en seguir a los caballos que sentía correr 
delante de ella, a gran distancia, y el infortunado 
capellán necesitaba desplegar todas las fuerzas de 
Su mano libre para tirar de las riendas y contener 
a aquella mula enloquecida por el afán de emula- 
: ción. 
] ¡Iba a desbocarse! 
El abate Trebuchón temblaba... Y encomendaba 
su alma a Dios, repitiendo: 
—¡Dios mío!... ¡Ay!... ¿Por qué saldría yo de 
Sablonceause ? 
—|Más a prisa! ¡Más a prisal—decía Santos.— 
¡No llegaremos nunca! 
A Rambert estaba muy lejos... La montura del 
abate quedaba doscientas toesas más atrás... San- 
tos espoleó nuevamente a su caballo. 
Al fin la endiablada carrera aminoró un poco... 
Sobre el cielo, cubierto ya por un velo de sombra, 
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V Se dibujaban las primeras casas de Mugron, más AS 
Ss Próximas, Y 
] . Una emoción intensa atenazaba el alma del a 
Joven, A p y 
—|Jacoba!... ¡Felipe! W 
Los dos nombres adorados... y 
Llegó a la hostería de «El Tonel de Baco». Í 
No se veía ninguna luz en las ventanas. 15 
3 La puerta estaba abierta de par en par, y se p 
4 Movía empujada por el viento, semejante a una 
Chorme ala rota. 
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