Full text: La marquesa dolorosa

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A medida que se ensanchaba el boquete, pare- 
cíale al doctor que el gemido era más fuerte... 
Al fin se oyeron, claras, desgarradoras, estas 
palabras: 
¡Piedad!... ¡Piedad!... ¡Soy inocentel... ¡No 
me dejéis morir así!... 
Y al oir esta voz de mujer, desfigurada, enron- 
quecida por el horror y el espanto, Santos de 
Lusignan sintió en su interior como un eco que hizo 
vibrar las fibras más íntimas de todo su ser. 
Ayudaba al albañil, arrancando al mismo tiempo 
que él las piedras para ácabar antes, destrozándose 
las manos, rompiéndose las uñas, ensangrentándose 
los dedos. 
Con voz alterada gritó: 
—j¡Valor!... ¡Vamos a salvaros!... 
Pero ya no se oía nada... 
¡Nada! 
El médico, trastornado por intensa emoción al 
eco de la voz que pedía compasión al otro lado de 
la puerta tapiada, había cogido la piqueta de 
Guillermo, que empezaba a cansarse. 
- Ya estaba por completo al descubierto la puerta 
de encina. 
Santos gritó de nuevo: 
—|Valor! ¡Vamos a libertaros! 
Un postrer piquetazo, un golpe estruendoso en 
la formidable cerradura... y la puerta saltó hecha 
astillas... 
Entonces, a la luz de la antorcha de resina que 
el albañil había vuelto a encender, apareció, en el 
boquete abierto, una cara más blanca que la nieve, 
rodeada de una cabellera negra, destrenzada... 
En aquella cara, unos ojos extraviados giraban 
a un lado y a otro convulsivamente... 
Un grito sobrehumano, insensato, resonó en la 
Cripta: 
—| Jacoba! 
, Y Santos, enloquecido, cogió a la joven por la 
Cintura, cubriéndola de besos, y, como un ladrón, 
huyó con ella lejos del subterráneo maldito. 
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