aquella soledad en la noche, clara y espléndida,
exaltaban hasta el vértigo la embriaguez del joven.
Se dejó caer en el musgo junto a Jacoba, y,
lentamente, la atrajo hacia sí...
—¡0s amo!... ¡os amo!...—murmuró enloquecido,
—¡Santos!l—suspiró la niña, desfalleciendo.
—|¡ Os amo!—continuó el joven.—Desde el instante
que al recobrarme de mi desmayo os ví inclinada
sobre mí, tan hermosa, os adueñasteis de mi ser;
ocupáis mi pensamiento día y noche, y mi cora-
zón late sólo por vos... Yo ignoraba lo que era amor
antes de veros; ahora conozco su maravilloso poder,
Siento que es el amo de mi destino, y que puede
hacer de mí el más dichoso de los mortales si
Vos me amáis también... el más desventurado si no
me amáis...
——¿Cómo no he de amaros?—murmuró Jacoba
fon voz apenas perceptible.
Al oir esta confesión estremecióse el caballero,
. Acercó sus labios a la frente de la joven, acarició
con ellos sus párpados cerrados... Jacoba levantó
la cabeza con mimoso movimiento... Ambos se
Miraron en la oscuridad, con ojos cuyo fuego
abrasador penetraba hasta sus corazones, disipando
las tinieblas... Se mezclaron sus alientos... Luego
Sus labios se buscaron, tímidos y palpitantes, y
en aquel beso, cada vez más ardiente, se fundieron,
€biendo la vida, olvidando todo lo que no fuese
ellos mismos...
p . " ” . . . - » . .
Sus almas, como sus cuerpos, tenían ansia de
Conocerse, de unirse...
Hablaron en voz baja...
¡Noche deliciosa, horas inolvidables! Entre
aquellos dos amantes jóvenes y bellos todo era
alegría y felicidad. Los recuerdos de la infancia,
las ingenuas confidencias cambiadas, los proyectos
para lo porvenir, y los juramentos de amor eterno,
0s embriagaban de gozo y de voluptuosidad.
Pasaban las horas, sin que ellos lo advirtiesen...
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