—Aprovecharé todos los correos, todas las
Ocasiones para hacer llegar a vuestras manos mis
cartas. ¿Os las podré dirigir a vos?
—Hasta que hayáis obtenido el consentimiento
de mi padre, será más prudente que las dirijáis
a Catalina, que me las entregará.
¡Ah! ¡Jacoba, mi prometida, mi esposa! Seguid
hablando... que yo me lleve el eco de vuestra
adorada voz... Miradme, para que me acompañe
la dulzura de vuestros ojos idolatrados... Mi cora-
zón se desgarra al pensar que va a perderos... ¿por
cuánto tiempo ?
Y el mío, Santos, está oprimido como si le
estrujasen con un guantelete de hierro... Ved la
barca que viene a buscaros... Todo está dispuesto...
¡Ah! quisiera morir antes de que desaparezca en el
horizonte! :
Con los ojos llenos de lágrimas, los amantes
cambiaron un último apretón de manos... una
Postrera mirada. Entonces Santos, rápidamente y
Sin volver la cabeza, como si temiera que le fal.
tasen las fuerzas, cruzó la playa, y se precipitó a la
barca... Desplegóse la vela, y el esquife, saltando
Sobre las olas, se alejó de la costa...
Desfallecida, apoyada en su hermana, que se
había reunido con ella, Jacoba seguía con los ojos
la frágil embarcación que se llevaba su ventura...
Sentado en la proa, Lusignan se inclinaba, agi-
tando su gorra de terciopelo para saludar por última
Vez el grupo encantador de las dos hermanas
abrazadas... :
Luego su silueta se esfumó, se confundió con la
de la barca en una mancha negruzca, cada vez más
Pequeña, perdida en la inmensidad del mar.
Y todo se desvaneció en la bruma...
A Pocos pasos de las señoritas de Fleurs, oculta
tras Un macizo de tamarindos, Grain-de-Cassis pre-
po la despedida de los amantes. Agazapada
4 escondite, no había perdido ni una sílaba de
as tiernas palabras Cambiadas entre ambos
6