Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

Marchaba por la tierra enfangada: pronto tuvo 
que encorvarse bajo las bóvedas cada vez más pe- 
queñas, y por fin se arrastró sobre el suelo como 
un reptil. 
Un objeto blando y largo se deslizó de pronto 
entre sus dedos. 
¡Oh!...¡un pezl—exclamó,—¿pero dónde dia 
blos estoy ? 
Verdaderos charcos de agua se extendían por 
todo el suelo de la galería, procedentes de las 
filtraciones. Escuchando, con el corazón opri- 
mido, Bartolomé oyó el ruido próximo del agua. 
Bruscamente experimentó un escalofrío; había 
comprendido: 
-—|El Tesino!—balbuceó enloquecido.—¡El Te: 
sino! 
Aquello era una revelación. La trampa aquella 
debía servir indudablemente para desembarazarse 
de gente importuna o de otros a quienes convenía 
hacer desaparecer, y este largo conducto subte- 
rráneo, que era con frecuencia anegado por las 
aguas del río, proporcionaba a la víctima la 
muerte más espantosa, 
Bartolomé, el criminal endurecido que no creía 
en Dios ni en el Diablo, tembló de pies a cabeza. 
—¡Virgen Santal—imploró, quizá por única vez 
en su vida. 
Pero era hombre muy duro para acobardarse. 
Amaba la lucha... y al recobrar la sangre fría 
intentó salvarse. 
En su súbito desconcierto dejó caer la yesca que 
le alumbraba, y se encontró envuelto en espesas 
sombras. 
Sin embargo, continuó avanzando, decidido a 
todo antes que a perecer en aquella horrible 
cueva. 
Ya no sentía tanto miedo por saber que tenía 
cerca de sí al Tesino, por oir el rugido estruen- 
doso de sus aguas y por sentir a éstas bajo 
sus pies. 
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