Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

El príncipe reclutaba su servidumbre entre anti: 
guos soldados, audaces y allegados a él, que esta- 
ban dispuestos a ejecutar sus mandatos y eran 
diestros en el manejo de las armas. 
Aquello fué una verdadera invasión. 
¡Vamos a ellos, amigos!l—dijo Paulino con 
voz enérgica.—¡No hay más remedio que vender 
caras nuestras vidas! 
¡Pues será necesario que nos den un buen 
precio! —replicó Mérovic. 
Pero ahora son muchos,—advirtió Didier con 
melancolía.—Este gentilhombre es un bandido. 
Mientras hablaban nuestros compañeros no per- 
manecían inactivos. 
Paulino se había apoderado de la espada de 
Gennevreuilles, en tanto que éste recogió la de La 
Guyonniétre. 
¡Duro, valientes!—gritaba el príncipe, —| haced 
una lucha sin cuartel! 
-¡Muy valientes, sí: tocamos a uno contra 
cinco! —replicó el Ladrón de Corazones con ironía. 
En francés, eso tiene otro nombre. 
Desde que entraron en escena los criados se 
verificó una especie de tregua tácita entre ambos 
bandos, quedando quietos todos y en observación 
antes de atacar. 
A pesar de ser tan numerosos, Gennevreuilles y 
sus gentes sentían que jugaban una partida difícil. 
Aprovechándose de esta rápida tregua, el La- 
drón de Corazones quiso de nuevo socorrer a 
Andrea: pero la espada de Gennevreuilles se le 
interpuso como la vez anterior; y le rozó en el 
pecho: le habría atravesado de parte a parte a 
no ser por la rápida intervención de Frescobaldi, 
que paró el golpe. 
—Sois muy valiente, príncipe, —dijo el barón 
con desdén,—muy valiente para atacar por sor- 
presa al adversario que va a auxiliar a una pobre 
joven... ¡No os hará eso muy feliz, caballero co- 
barde! 
118
	        
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.