rosa.-”|Recobrad vuestra razón! La fatiga y la
Cólera os causan quizá...
—¿Que deliro?... Desengáñate, niña; yo hablo
con sangre fría, y digo lo que deseo hacer...
¡guerra a todos! Y desgraciado del que se aven-
ture a pasar por la montaña, si a mí se me figura
que puede ser buena presa. No irá muy lejos...
| — Pues las cuevas del castillo de Embalire son pro-
fundas.
La joven no dijo una palabra, pero se puso
blanca como la ropa que vestía y lanzó a su
hermano una mirada de espanto.
Su alma, traspasada de dolor, sufría con tales
- blasfemias.
¿Sería posible lo que acababa de oir?... ¿Des-
Cendería tan bajo el duque de Medina de Tormes?
- 1Y ella era la hermana de semejante hombre,
y le hacía todas estas confidencias!...
2 ——Escucha,—continuó con voz entrecortada,-—he
Ñ Querido prevenirte, pues no quiero que aquí se
; Sorprenda nadie... Tú no tienes a nadie en el
o Mundo más que a mí, y me debes obedecer...
E —Es cierto que no tengo a nadie más que a
- YOS,-—dijo la joven tristemente, —y al morir nuestros
Padres vos les jurasteis ser mi protector.
Y tú les juraste obedecerme como a ellos
> Mismos.
Yo he obedecido cuando me mandasteis aban-
Monar mi tranquilo dominio de Tormes para se-
Sulros aquí.
No había más remedio, puesto que nos lo
_Confiscó el rey. Tú fuiste robada como yo... ¡y
MO se te ofreció sino las rejas de un claustro en
Compensación !
Rió, con una sonrisa irónica y forzada.
—Hubiese aceptado... pero como vos estabais
Csterrado... y seguíais desgraciado... me pareció
que mi deber era acompañaros para que fuese
MU ternura como un bálsamo que mitigase vuestros
yz
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