Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

Continuó a todo galope hasta que alcanzó a ver 
la silueta del escudero. Le dió voces, y éste al 
fin le oyó, y se detuvo. 
Al reunirse con él le dijo el conde: 
—Amigo, el almirante me encarga os diga lo 
siguiente: id al campamento de La Chesnaye lo 
más pronto que podáis, y volved en seguida con 
los mulos y las cargas “al castillo de Embalire. 
uiestro amo acepta la hospitalidad que le ofrezco 
en mi casa por esta noche a causa de que el 
barón de la Garde se ha herido al caer del caballo 
y no puede continuar su camino, El almirante 
saldrá probablemente mañana de Embalire para 
Foix. Os recomienda que hagáis todo esto, y 
dice que no estará tranquilo hasta que no tenga 
los cofres junto a él en Embalire. 
—Bien, señor, —dijo el escudero.—¿Pero cómo se 
hirió el señor barón? 
, —Al caer con el caballo; pero no es de gra- 
- vedad. 
El señor de Embalire regresó en busca de los 
dos franceses a paso lento. 
Antes de acercarse a ellos emprendió un fuerte 
galope, a fin de aparecer rendido por la carrera. 
-—¿ Qué ?>—preguntó Bonniyet. 
- ——No he podido encontrar a Borgoña, señores... 
Y eso que le he buscado por varios sitios durante 
Más de una hora. 
—¡Pero es imposible que mi escudero haya 
—franqueado todo el camino en tan poco tiempo! 
—Quizá haya tomado algún atajo o camino de 
traviesa por el monte. 
—Tanto peor,—dijo resignadamente el almirante. 
Eso, al fin, es menos grave que el estado del 
Capitán, que ha sufrido erosiones de importancia. 
*—¿Y el caballo? 
——Ha muerto. 
—Pues entonces, señores, voy a haceros una 
pposición: que aceptéis mi humilde hospitali- 
177,
	        
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