Continuó a todo galope hasta que alcanzó a ver
la silueta del escudero. Le dió voces, y éste al
fin le oyó, y se detuvo.
Al reunirse con él le dijo el conde:
—Amigo, el almirante me encarga os diga lo
siguiente: id al campamento de La Chesnaye lo
más pronto que podáis, y volved en seguida con
los mulos y las cargas “al castillo de Embalire.
uiestro amo acepta la hospitalidad que le ofrezco
en mi casa por esta noche a causa de que el
barón de la Garde se ha herido al caer del caballo
y no puede continuar su camino, El almirante
saldrá probablemente mañana de Embalire para
Foix. Os recomienda que hagáis todo esto, y
dice que no estará tranquilo hasta que no tenga
los cofres junto a él en Embalire.
—Bien, señor, —dijo el escudero.—¿Pero cómo se
hirió el señor barón?
, —Al caer con el caballo; pero no es de gra-
- vedad.
El señor de Embalire regresó en busca de los
dos franceses a paso lento.
Antes de acercarse a ellos emprendió un fuerte
galope, a fin de aparecer rendido por la carrera.
-—¿ Qué ?>—preguntó Bonniyet.
- ——No he podido encontrar a Borgoña, señores...
Y eso que le he buscado por varios sitios durante
Más de una hora.
—¡Pero es imposible que mi escudero haya
—franqueado todo el camino en tan poco tiempo!
—Quizá haya tomado algún atajo o camino de
traviesa por el monte.
—Tanto peor,—dijo resignadamente el almirante.
Eso, al fin, es menos grave que el estado del
Capitán, que ha sufrido erosiones de importancia.
*—¿Y el caballo?
——Ha muerto.
—Pues entonces, señores, voy a haceros una
pposición: que aceptéis mi humilde hospitali-
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