Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

este largo viaje a caballo, las emociones del dí. 
algo de debilidad... pues tengo hambre, ¡caramba! 
ly en esta casa parece que se retrasan algo en 
la hora de la comida! 
En este momento se acordó de las palabras que 
dijo el aldeano vasco sobre la «Torre de los 
aparecidos». 
- Bonnivet era valiente, como lo demostró en 
muchas ocasiones; sin embargo, se estremeció con 
€se misterioso terror que ataca al más temerario 
Cuando se encuentra frente a lo desconcido y ante 
fenómenos inexplicables. Además, en su época, 
innumerables supersticiones preocupaban los espíri 
tus de las gentes, aun entre los mismos inteli- 
gentes, y el almirante no estaba tampoco al abri- 
go de esos temores infantiles. 
Así, pues, se apartó del cuadro, y se entretuvo 
en contemplar los muebles, las puertas, las ven- 
tanas, los armarios, y, por último, se aseguró 
de que su espada corría bien en la vaina y que 
su puñal recién afilado estaba colgado del cin- 
turón. 
Entonces adoptó un aire satisfecho. 
Sonaron unas campanadas desapacibles, de notas 
Cascadas y sordas. 
—¿Qué será eso?—se preguntó Bonnivet;—¡acaso 
toquen a comerl 
Al mismo tiempo llamaban a su puerta. 
El almirante abrió... El conde de Embalire se 
resentó, sonriente. 
== Mi querido almirante, la cena está servida... 
¿Queréis bajar a hacernos compañía ? 
—Con mucho gusto... en seguida, —respondió 
onnivet, sonriendo. 
Y alegre por escapar de la opresión siniestra 
Que sintió durante aquellos minutos de soledad, 
el almirante tomó el brazo del conde, y marchó 
Con él hablando en voz alta y riendo como para 
esvanecer las últimas mariposas negras de su 
fantasía... 
- “MS 
y 
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