Y en tanto que esto decía, al recordar estos
hechos se fué haciendo luz en su espíritu, y
pensó de pronto: j
—Y después de todo... ¿quién sabe si el acci-
dente que han sufrido nuestros caballos no ha
sido preparado de antemano... O si los han en- A
venenado f
El ambiente de que se encontraban rodeados |
daba más precisión y sutilidad a su pensamiento. a
Pero... ¿dónde?... ¿cuándo?.., ¿en la hoste--.
ría ?...
En esta casa se sentía impulsado a pensar de
este modo, que no hubiera sido posible en otro:
lado.
Reflexionó de nuevo, y se preguntó:
—¿Con qué objeto?
Caviló, y pronto halló la contestación:
-—Para obligarnos a hacer noche aquí...
entonces eso supondría que el conde tendría pre-
parado algún secreto designio contra nOSOtrOS..
¿Cuál ?... 4
Y el Ladrón de Corazónes iba a continuar el.
hilo de sus meditaciones, cuando sintió que un
pie menudito rozaba el suyo y le hacía presión
con insistencia.
En el corazón libertino de Jarzac se extremeció -
la fibra de la voluptuosidad y esperó ansiosa-
mente...
El pie repitió su tacto, ligero, rozador, in.
sistente...
El barón, con un movimiento rápido, aprisionó
el piececillo entre sus grandes botas, pero el zapa-
tito de seda se escurrió con agilidad. j
La maniobra comenzó otra vez, más significa:
tiva, pues repetía los golpecitos, como impaciente
por hacerse entender, >
El último choque se lo dió fuerte. y
Paulino se devanaba los sesos procurando inter
pretar el significado de aquellos golpecitos miste
riosos.
196