Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

—Le han enterrado vivo en mi presencia... 
—¿Y no pudisteis hacer nada, mi bello escudero, 
para sacarle de allí? 
—|Nada! y cuando vuestro amigo Didier, que- 
rida mía, dice: ¡nadal así es, realmente: ¡nada !.., 
[será la continua pesadilla de toda mi vida!—dijo 
con la voz velada y temblando de emoción. 
Un nuevo repique de campanas cortó su con- 
versación. 
-—Ahora comienza la misa,—observó Didier.— 
Antes de que transcurra una hora ya estará aquí 
el rey. Estoy inquieto... 
Hizo un gesto lleno de tristeza, 
—¿Por qué tenéis tantos deseos de visitar al 
rey ?—preguntó Palmira, curiosa como todas las 
mujeres. 
—Tengo que entregarle los papeles relativos a 
las negociaciones que mi querido señor trajo para 
él a Venecia... ¡Esto es lo único que me queda 
de él, vedlo aquí, y me veo obligado a despren- 
derme de estos últimos recuerdos! 
—¿Y después seréis solamente para mí ?—pre- 
guntó con calor Palmira, aproximando su cuerpo 
al del escudero de Paulino de la Garde. 
Entretanto, los arqueros y los soldados habían 
terminado de formar la carrera al través de la 
muchedumbre. Los soldados suizos de la guar- 
nición formaban la línea, y un amplio camino libre 
había quedado abierto hasta la entrada principal 
del castillo. 
Los hombres y las mujeres discreteaban con 
buen humor, y estas últimas admiraban, compla- 
cidas, la apostura y magnificencia de los espléndidos 
uniformes de los soldados franceses, 
Éstos eran, en efecto, hermosos tipos, esco- 
gidos premeditadamente a fin de impresionar a 
ese pueblo de sentimientos veleidosos cuyo en- 
tusiasmo por la perfección tenía sus orígenes en 
la proximidad con las maravillas artísticas de la 
antigiiedad, 
18 
A 
3
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.