Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

con rumores de voces y de risas. Pero ni un 
alma se veía en los alrededores del castillo ni en 
el patio de armas. 
Parecía, bajo la plateada claridad de la luna, 
entre el enmarañado tejido de las yedras y las 
zarzas y el revuelo sordo de las aves de la noche, 
un palacio encantado o un castillo de espectros. 
En aquel momento se oían con más claridad 
los ruidos del festín. 
El diapasón se elevaba a impulso de los man- 
Jares y vinos generosos. 
—¿Es esto un banquete o una fiesta de aque- 
larre ?—pensaba Didier, impresionado involuntaria- 
mente por el ambiente.—A mí no se me quita 
de la cabeza que en todo esto hay envuelto algún 
Crimen. 
Se alejó de aquel lugar, y anduvo dando rodeos 
para hallar un punto por donde penetrar en el 
castillo, 
Nada... Ya comenzaba a desesperar, y pensó 
abandonar su proyecto. 
De pronto tropezó Didier, y cayó cuan largó 
era sobre una piedra recubierta con malezas. La 
Caída no le ocasionó daño ninguno. Pero queriendo 
ver más de cerca el lugar donde había tropezado, 
—€ncendió yesca y lo examinó. 
Lanzó un grito de sorpresa. . 
-—|Un agujero que se prolonga!... ¿Adónde irá 
esto a parar? 
En efecto, era una excavación oscura y pro- 
funda. 
El escudero iluminó con su yesca las paredes, 
-Y pronto se dió cuenta de lo que aquello era. 
Era una galería con entrada de pozo y unos 
ltes metros de profundidad, la cual, a la parte 
Izquierda del fondo, presentaba una curva que 
ebía dar a un corredor subterráneo que con- 
ducía al interior del castillo. 
—|¡ Bajaré por aquí!... Esto debe llevarme 
alguna parte. 
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