con rumores de voces y de risas. Pero ni un
alma se veía en los alrededores del castillo ni en
el patio de armas.
Parecía, bajo la plateada claridad de la luna,
entre el enmarañado tejido de las yedras y las
zarzas y el revuelo sordo de las aves de la noche,
un palacio encantado o un castillo de espectros.
En aquel momento se oían con más claridad
los ruidos del festín.
El diapasón se elevaba a impulso de los man-
Jares y vinos generosos.
—¿Es esto un banquete o una fiesta de aque-
larre ?—pensaba Didier, impresionado involuntaria-
mente por el ambiente.—A mí no se me quita
de la cabeza que en todo esto hay envuelto algún
Crimen.
Se alejó de aquel lugar, y anduvo dando rodeos
para hallar un punto por donde penetrar en el
castillo,
Nada... Ya comenzaba a desesperar, y pensó
abandonar su proyecto.
De pronto tropezó Didier, y cayó cuan largó
era sobre una piedra recubierta con malezas. La
Caída no le ocasionó daño ninguno. Pero queriendo
ver más de cerca el lugar donde había tropezado,
—€ncendió yesca y lo examinó.
Lanzó un grito de sorpresa. .
-—|Un agujero que se prolonga!... ¿Adónde irá
esto a parar?
En efecto, era una excavación oscura y pro-
funda.
El escudero iluminó con su yesca las paredes,
-Y pronto se dió cuenta de lo que aquello era.
Era una galería con entrada de pozo y unos
ltes metros de profundidad, la cual, a la parte
Izquierda del fondo, presentaba una curva que
ebía dar a un corredor subterráneo que con-
ducía al interior del castillo.
—|¡ Bajaré por aquí!... Esto debe llevarme
alguna parte.
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