Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

Lo más seguro sería acercarse de alguna ma- 
nera a quella pareja de criminales y reducirlos 
a la impotencia. 
Pero, ¿en qué forma? 
Didier pensaba que aquel subterráneo debía tener 
algún lugar de entrada en el edificio. De pronto 
lanzó una exclamación de alegría. La mano que 
apoyó en la pared de la dere ha hizo ceder al 
muro. Una de las piedras giró, y una abertura 
practicable apareció ante los atónitos ojos del 
escudero, 
Encendió su yesca de nuevo, y vió a sus pies 
los primeros peldaños de una escalera que subía 
por la galería húmeda como una cueva. Era tan 
estrecha como una chimenea, y negra como el 
alma de Satán. 
XVII 
EL SUEÑO DE BONNIVET 
L almirante llegó a su alcoba un poco mareado. 
Se descolgó el tahalí, se desnudó el jubón, y 
sin quitarse más prendas se acostó beatíficamente. 
Una bruma espesa oscurecía sus pensamientos, 
Cansado, aturdido, sólo tenía un deseo: dormir. 
Sin embargo, no llegó a gozar de un sueño 
perfecto, 
Los incidentes de la jornada le habían enervado, 
y su espíritu, además, trabajaba con una idea 
obsesionante: 
—|] Magdalena | 
Tenía ante sus ojos el retrato de la hermosa 
vizcondesa que en otros tiempos le otorgara una 
hora de amor inolvidable, 
Le miraba vagamente, con los ojos entornados 
por el cansancio. 
La vela de sebo que le alumbraba se consumía, 
y se apagó... 
¡Todo quedó entre sombras, 
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