PIDA
0 rd mer ETE ST ra pues MS
A pesar de su valentía, sentía aprensión.
El Ladrón de Corazones nunca rehusó atacar
un enemigo cara a cara, en pleno día... Por el
contrario, esto le agradaba.
Pero aquí, en este lúgubre castillo, donde todo
adquiría un tinte espectral de muerte y de crimen,
experimentaba un no sé qué de indescriptible temor,
que no era miedo... sino el miedo de tener miedo.
El héroe de Marignan estaba profundamente
- turbado.
y Le rondaba el misterio... Se sentía rodeado de
“peligros imprevistos, cercado por enemigos ocul-
tos e invisibles.
¿No resultaría débil e impotente él solo contra
varios que suponía atrevidos, determinados y re-
Sueltos ?
Ya sabía que Bonnivet estaba fuera de com
ate para venir en su auxilio.
Este castillo aislado y maldito era un campo
de batalla muy ventajoso para sus adversarios.
¿Pero quiénes eran esos adversarios? ¿Cuántos
an, dónde estaban, y qué querían? ¿Por qué
_Embalire, a quien no conocía, le atrajo al lazo?
Pues respecto a éste no cabía ninguna duda...
Además, ¿por qué razón la castellana se había
declarado su aliada?
Todos estos pensamientos bullían en el cerebro
e Paulino, como preguntas que le era imposible
Tesolver,
-, Se acercó a la ventana, para dirigir una mirada
hacia fuera.
SS Daba sobre la fachada del castillo que miraba
al jardín.
Abajo distinguía, al claror espectral de la luna,
cruz gris de la capilla recubierta por las
yedras.
Al pie del cuerpo de edificio que él ocupaba
abía un montón de escombros.
¿Podría huir por allí?
¡Imposiblel Había más de veinte pies de pro-
213