En cuanto al Ladrón de Corazones y Tormes,
parecían estarse dando un asalto en una sala de
armas, con la diferencia de que las estocadas iban
dirigidas con encarnizamiento, y se cruzaban ame-
nazas entre los golpes.
El almirante, de una ojéada se dió cuenta de
todo, y auxilió a Didier, dando un tajo a Bar-
tolomé en un brazo, que le dejó fuera de com-
bate.
Villarreal acababa de caer bajo el furioso im-
pulso que Bonnivet dió al combate. La caída
fué tan fuerte que le dejó aturdido y casi sin
conocimiento.
Se oyó una terrible blasfemia. Medina de Tormes
había recibido de Paulino un puntazo que le tocó
el lado derecho del pecho.
Se bamboleó, e instintivamente emprendió la
retirada hacia la puerta, sin cesar de cruzar su
acero con el barón, que le acosaba.
La partida resultaba desigual.
Bartolomé imitó el movimiento del duque, y
salió con él, cubriéndole con sus paradas.
XX
LOS COFRES DE LAS JOYAS
E habitación donde se desarrolló el anterior com-
bate estaba precedida de otras dos, amplias
y a continuación una de otra...
Tormes y Bartolomé tenían, pues, algunos pasos
de espacio donde maniobrar.
De repente, Medina, seguido por su cómplice,
franqueando la primera puerta que había que-
dado abierta, alargó el brazo y apoyó la mano
contra una parte del quicio.
Inmediatamente, un rastrillo formado por fuer-
tes barrotes de hierro cayó con gran estrépito de
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