Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

«—Está bien, te creo. Herminia es tan noble 
y tan pura, que si él supiese que ella había tenido 
ese buen deseo para mí, quizá a estas horas no 
estaría allí. ¿De modo, que Tormes no pensó 
ir a Marsella para recoger a su víctima? 
No. Esperó a que las religiosas se curasen 
para poder emprender el viaje a Santa Anita. 
Puede ser que el incendio del convento haya hecho 
variar sus proyectos... No lo sé... 
¿Me has dicho la verdad ?—preguntó el La- 
drón de Corazones con gravedad. 
-Por la Virgen os juro, señor, que he dicho 
todo lo que sé de la señorita de Roquebrune. 
Si me has engañado, ya te sabré encontrar, 
y te castigaré... Pero quiero creerte... Ya eres 
libre... ¡vete! 
—0Os doy mil gracias por vuestra generosidad, 
señor, ¡Que Dios os guarde! 
Y Villarreal se alejó, después de mirar a doña 
Preciosa. 
Ésta le volvió la espalda. 
XXIII 
EL ADIÓS 
L capitán Ladrón de Corazones dobló la ro-- 
dilla ante la marquesa, y con esa cálida 
sinceridad, que era como la llama de sus palabras, 
dijo: 
—Marquesa, nosotros nos vamos de aquí. En 
cualquier lugar donde estemos, si tenéis uecesi- : 
dad de mi ayuda y de mi espada, mandadme 
buscar. Podéis contar con mi adhesión inalterable. 
La joven, sumamente pálida y temblando de 
emoción, contestó: 
-Muchas gracias, señor. Soy una pobre joven, 
humilde y olvidada, juguete de los acontecimientos 
y de las personas, y no puedo querer nada por 
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