Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

El Ladrón de Corazones la tomó y la be só 
“respetuosamente, en tanto que Francisco 1 se diri- 
gió al escudero de Paulino: 
—¡A tí también, valiente Didier, se te encuentra 
en todas partes con tu amo cuando se trata de 
ealizar empresas de valor y de adhesión! 
El Ladrón de Corazones se volvió hacia el 
teniente, que se mantenía por un milagro de 
voluntad. 
—¡Que Dios me perdone! —dijo.—| Yo creo que 
mi amigo Mérovic se encuentra mal! 
El rey, sosteniendo a su fiel defensor en sus 
brazos, le condujo a la habitación de Alicia, en 
tanto que Didier preguntaba a su amo, señalando a 
Varangeville: 
-—¿Qué hacemos de ese hombre ? 
—¡Atalel y esperaremos las órdenes del rey. 
El escudero cogió entre sus brazos el cuerpo 
del barón, atontado por tantas emociones, y le 
tendió en el suelo. El marido de Alicia le dejaba 
hacer, completamente aniquilado, sin fuerza y sin 
voluntad. 
En la alcoba de Alicia, Catalina, inclinada sobre 
Mérovic, que estaba sentado en un sofá, le ponía 
compresas de agua fría, y el Ladrón de Corazones 
le hacía beber un cordial. 
Sobre la cama, la baronesa Alicia, semidesnuda, 
yacía postrada, y junto a ella el rey, hablándola 
en voz baja... sin acordarse del peligro corrido... 
—¡Comprendido!-—murmuró — la Garde.—¡ Otra 
más! 
Y mirando a la dama con atención, dijo para 
sus adentros, chasqueando la lengua con el pa- 
ladar: 
—¡Canastos! ¡Vaya un bocado de rey! 
Se acercó al rey, y dijo respetuosamente: 
¡ Señor, vuestro enemigo está en nuestro poder! 
¿Qué decide Vuestra Majestad ? 
273 
2 ag o
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.