Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

joven caballero, que detuvo en el centro del patio 
su fogosa cabalgadura. 
Entregó las riendas a un lacayo, y saltó ágil- 
Mente en tierra. Después, rápido y sonriente, 
orrió hacia la escalera, cuyos peldaños subió yo- 
lando, y penetró en la sala. 
—¡Ahl ¡querida Catalina! ¿Está abí tu ama?... 
-|Pronto, condúceme a donde se encuentre!... Mi 
señor primo está en Lyon, y quiero aprovecharme 
de su ausencia... 
Pero la alegría exhuberante del joven se extin- 
ps de pronto al ver la cara descompuesta y triste 
e la doncella, 
Dos lágrimas como dos perlas asomaban a los 
Ojos de Catalina, que dijo: 
“—/Ah, señor Guy, habéis hecho muy mal en 
enir! 
—¿Qué pasa?... ¡Habla, habla pronto!-—dijo el 
Paje con inquietud. 
—|Ay, señor! ¡Mi querida señora!... ¡pobre- 
tal... 
o H—¿Alicia?... ¿Qué le pasa? ¡Por Dios! ¡ex- 
Plícate! 
_—No me atrevo, es horrible... 
—|Yo quiero verlal—dijo con voz sombría. 
Ante la emoción de Guy de Amblateuse, com: 
tendió Catalina que él quería saberlo todo... y 
A4e no podría nunca ocultarle la verdad... Así, 
Pues, mejor sería decírselo todo de una vez. 
—|Venid, señor... pero sed fuerte, y haced por 
COnsolarla | 
- Gondujo al paje a la alcoba de su ama. 
On las cortinas corridas, la habitación estaba 
Vuelta entre sombras. 
h un inmenso butacón estaba sentada Alicia, 
“ITucada, con un velo que le cubría la cara. 
—| Señora !—anunció Catalina, —¡Es el señor Guy 
de quiere veros! 
—| Guy! 
Alicia lanzó un grito desgarrador, y el paje se 
- 
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