«En efecto. Los romanos construyeron un
templo en honor de Diana, sobre la pendiente de
una de las colinas que lindan con mi castillo. Un
hermoso templo, es cierto, a juzgar por lo que
de él queda. Mi colección se compone de mone-
das y medallas, vasos sagrados, bajo relieves en
mármol, fragmentos de estatuas, todo procedente
de las excavaciones que mandé hacer en las ruinas
del templo.
—|Pues me gustaría ir a visitar vuestra colec-
ción, conde!
—¿Hoy mismo, sefior?
—| Ahora, si es posible!
—|Es que como no tengo nada preparado para
recibir a Vuestra Majestad!... No tengo más que
un intendente y varios criados.
—Eso nos sobra y nos basta para abrirnos las
Puertas de vuestro museo. Iremos de riguroso
incógnito, acompañado solamente por vos y el
barón Paulino de la Garde... ¡Ahí viene precisa-
Mente!
El Ladrón de Corazones entró en el salón de
descanso de la magnífica tienda real. Al acer-
Carse al rey, no se fijó en un criado que se ocu-
, Paba en barrer las hojas secas que el viento había
amontonado contra la tienda, y que parecía es-
—Cuchar la conversación...
a
Para ir al castillo de Rochenoire había que
Pasar por un puente de madera sobre un arroyo
QUe tenía, por lo general, muy poca agua, pero que,
—Srecido a causa de las abundantes lluvias que caye-
On durante los días anteriores, arrastró el puente
On la corriente que se había convertido en to-
Trencial.
Aquel día las aguas habían descendido mucho,
-Y no tardaron en llevar su curso normal.
1. Señor, va a ser preciso que renunciemos a
la visita proyectada...
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