Yo he sido, en efecto, señor, el que los ha
matado. Eran enemigos vuestros... Pertenecían
a un tal señor de Varangeville...
- —¡Varangeville!—exclamó el rey. —¡Ah! ¡es Va-
-rangeville!...
Después de un largo silencio continuó:
¡Bah! le perdono. Nada le ocurrirá por esto,
y recomiendo que nada se diga acerca de este
lar ance.
-|Eso es ser indulgente!-—pensaron Robur de
Mnudrey y el conde de “Roche noire.
- En cuanto al capitán Ladrón de Corazones, se
limitó a sonreir: pues él sabía... y Mérovic
también...
— ¡ Eb, vizconde de Vaudrey!l—preguntó el rey,
—¿cómo diablos estabais acurrucado en ese árbol
Momo si fueseis una ardilla ?
-—Señor, por pura casualidad... Me gusta pasear
A solas, y como estaba libre de servicio salí
cn DA
0
“dar un pequeño paseo por el campo.
“—Iríais buscando alguna ruina, pues ya sé que
-SO1s poeta...
—No lo niego, señor, pero esto es debido única-
Mente a la casualidad..
—Sólo que en vez de vuestra lira de siete cuer-
das habéis traído el arco, que no tiene más que
UNA...
—O0Íí algunas palabras de la conversación que
Mantenían esos bribones. Comprendí en seguida
10 que intentaban, y entonces...
ye —Ha sido una suerte para mí que Apolo os
aya inspirado la idea de cazar las rimas con
Vuestras flechas. Quizá haya sido Cupido el que
€ haya inspirado la idea, ¿verdad, Ladrón de
“Orazones ?
—Sí, nuestro amigo Vaudrey es un devoto fer-
=Viente de Venus desde hace AE tiempo, -dijo
el Ladrón de Corazones con una sonrisa de inteli-
pp Sncia.