Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

-¿Mi mujer? 
—¡Eh, no, el retrato!... y ha querido conocer el 
modelo, 
¡Vuestro retrato, sí, vuestro retrato es el que 
ha causado todo el mall... Con ese retrato mal 
dito,-—dijo él, mostrándole los puños,—habéis me 
tido en la cabeza de Mona Lisa todo ese gusto 
por las frivolidades y homenajes que la han per- 
dido... ¡y me ha deshonrado! 
¡ Veamos, amigo mío! 
Yo no soy ya vuestro amigo. 
—Veamos, señor Giocondo, razonad... ¿Cómo 
puede un retrato ?... 
Porque, como ha pasado con el rey de Fran- 
cia, todos los que hayan visto el retrato querrán 
ver igualmente el modelo, y lo amarán... porque 
Mona Lisa tampoco se defenderá, atraída por el 
orgullo y la coquetería y por todos los deséos que 
se arrastran a su alrededor... 
¿Podría yo impedir ?... 
Nadie sino vos,—prosiguió impetuosamente el 
italiano, — ¡vos mismo! 
¡Vamos, Francisco! ¡estáis locol—dijo Leo- 
nardo da Vinci con autoridad,-—los celos os hacen 
perder la cabeza y decir desatinos. 
—Es posible que así sea... Pero escuchadme; 
antes de que esta locura me impulse a realizar 
cosas peores, ¡escuchadme! Yo quiero el retrato 
de Mona Lisa, yo lo quiero: dádmele, soy rico, 
y pagaré lo que me pidáis... ¡Maestro! ¡maestro!., 
Ahora rogaba, y ahogados sollozos anudaban: 
su garganta. 
¡Ya veis! me consideraré menos desgraciado 
si consigo tener este retrato en mi casa, para mí 
solo... para que no sea manchado más por la 
sacrílega admiración de las gentes. Verán menos 
a Mona Lisa, ya no la rodearán de tanto halago 
y aun de tentaciones: ella es buena en el fondo, 
mi Lisa... tendrá piedad de mí... y acaso vol: 
verá... 
PO 
310 
A A
	        
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.