pS REST A y REA
ros gascones, caballería ligera, caballeros y gen-
tiles hombres de la Real Casa... todos, lanza en
ristre o el arma en alto y el mirar altivo, se
presentaron en las puertas de la villa. Las ban-
deras desplegadas al viento, los tambores, los
Óóboes y las trompetas, marcando sus aires mar-
ciales, y el sol centelleando sobre las brillantes
corazas y las pulidas armas...
El rey, rodeado de los jefes de sus tropas, de
los principales dignatarios de la Corte, estaba real
mente hermoso, con una beldad soberana, em-
butida en su coraza de plata nielada, cuajada de
pedrería, y montado sobre su caballo armado de
caparazón con gualdrapa de oro y penacho de
plumas de avestruz.
Era realmente el príncipe del cual dijo Marino
Cavalli, embajador de Venecia:
«Su aspecto es tan regio, tan noble su prestan-
cia, que sin haberle visto nunca, ni en retrato,
puede un extraño decir, sin equivocarse al con-
templarle: «¡ese es el reyl»
La reina Claudia y la reina madre regente Luisa
de Saboya, ambas vestidas de oro y brocado, cabal-
gando sobre blancas hacaneas con gualdrapas
- Maravillosas, iban seguidas de Margarita de An-
gulema, la bella y poética Margarita de las Mar-
garitas, los príncipes de sangre real y las damas
de honor...
Ante los ojos alucinados de los lyoneses, aquello
fué un desfile fantástico, como los de los cuentos
de hadas, y cuando ya pasó el cortejo real, de
ver tantas riquezas, tanta pedrería, tantos bordados,
_€ncajes, tejidos de oro y ricos metales, decían las
buenas gentes que les hacían chiribitas los ojos
y les quedaba en ellos como un revoloteo de
Chispas y mariposas.
Terminado el desfile, fué conducido el rey a la
Catedral de San Juan, para celebrar un solemre
Te Deum de acción de gracias.
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