Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

No puedo cogerte cuando estás rodeado de 
tus tropas; pero yo te seguiré, magnífico señor: 
¡Marte no te protege ya, y Venus te entregará en 
mis manos! 
La venganza es un manjar que debe comerse 
en frío...—dijo sentenciosamente Goulevent. 
Afortunadamente para el rey, Teresina, que tenía 
la virtud de escuchar detrás de las puertas de 
sus amos, se enteró de todo, y no tenía mal 
corazón. 
Además, el rey era un caballero tan guapo que 
ella nunca se hubiera determinado a dejarle caer 
en una aventura peligrosa. 
VII 
PREPARANDO EL ATENTADO 
A hemos visto cómo logró Francisco 1 escapar 
de la casa de Mona Lisa. 
En tanto que él dejaba dormida a la Gioconda, 
Varangeville y Goulevent, al acecho desde arriba, 
se preparaban a descender, 
En la habitación que caía sobre el techo de la 
ocupada por el rey, estaba ya preparada la caja 
de roble reforzada con hierro. A su lado estaban 
unas cuerdas delgadas y resistentes, y sobre las 
cuerdas un afilado puñal del que echarían mano en 
caso de necesidad. 
¡Oh! ¡no hará falta emplearlei-—decía el inten. 
dente, probando su punta en la yema de los 
dedos;—el narcótico es tan infalible como los polvos 
sicilianos. 
—¡No importa, —dijo Varangeville con ferocidad. 
*—Si fuera necesario, se le emplea. Yo mismo lo 
haré... ¡Ahora, vamos allá! 
Bajaron a paso de lobo la escalera de roble que 
conducía al primer piso, 
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