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fué a visitar, con carácter privado, al célebre pintor
Leonardo da Vinci. A
El rey estimaba mucho al ilustre maestro, como
lo hacía con todos los artistas, y le demostraba
una franca cordialidad. a
Francisco 1 se hallaba en la galería de cristales
donde, entre otras maravillas, se veían los planos -
que Vinci, arquitecto también incomparable, ha- +
bía proyectado para el futuro palacio de Fon-
tainebleau.
El rey estaba admirado de observar en
proyecto ciertas características de la arquitectura
griega e italiana: las columnatas, las arcadas, las”:
amplias galerías. A
-Sí, señor,—explicaba Leonardo da Vinci;
Fontainebleau tendrá su loggia, como el palacio
Farnesio; su galería de Ulises, como el palacio
Doria y la galería de Eneas; le adornaré con fres-
cos, con estatuas, con cuadros, como todos los
palacios de Italia.
¡ Bravo, maestro Leonardo!
Francisco 1 tenía por costumbre dar este nombre
afectuoso al gran artista. A
Aquí tenéis los apuntes de las pinturas y los:
proyectos de los bajo relieves.
El rey daba muestras de aprobación. Í
-Pero de todas estas maravillas, mi querido -
Vinci, lo que más me agrada, por ser una verda:
dera joya, es ese magnífico retrato...
Y señalaba a la Gioconda.
-¡Qué parecido tan extraordinario!—decía Fran-
cisco, como en éxtasis, —|y esa sonrisa! ¡qué enig*
mática! ¡qué perturbadora!... í
-| Señor, yo os traigo esa sonrisal—dijo una
voz clara y joven que sonó detrás del rey de
Francia.
—¡Mona Lisal—exclamó el rey, volviéndose.—
¡Qué sorpresa, señora! Sí, ¡ahí tenéis esa divina
sonrisa vuestra que causará el asombro de las
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