Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

—¿Teméis que os siga alguien ?—preguntó 
Bonnivet. 
—Sí,—contestó ella lacónicamente. 
—¡Bah! ¿algún marido celoso, o un enamorado 
despreciado? ¡ Yo soy lo bastante fuerte para defen- 
deros, señora! 
Cuando: él decía estas palabras, dos sombras 
se destacaron del muro de las casas, a algunos 
pasos de ellos, y una voz dijo con acento de 
triunfo: 
—¡Ahí están! 
La desconocida retrocedió un paso, y el almirante 
notó que la diminuta mano temblaba sobre su 
brazo. 
—|¡Hola!—-dijo él.—¿Quiénes son esos ? 
Las dos sombras permanecieron inmóviles. 
—¡Atrás!—gritó Bonnivet. 
—¡No es éll—dijo uno de los hombres, con 
muestras de” despecho. 
—¡Ah! ¿de modo, que no soy yo el que espe- 
ráis? ¡Si queréis que os ensarte con mi espada 
acercaos, truhanes! 
—¡Pardiez! ¡callad esa lengual ¡No os las te- 
néis que ver con truhanes!—exclamó uno de los 
- desconocidos. 
- —¡Pues entonces dejadnos libre el paso, y no 
asustéis a esta dama! 
Aquellos hombres, por el contrario, se acercaron 
más a ella, y uno intentó quitarla el velo. 
- —¡He dicho que atrás!—gritó Bonnivet, alzando 
su espada. 
El otro le imitó, y cruzó con él su acero. El 
duelo comenzó. 
—¿Hará falta que os ayude, señor ?—preguntó 
el segundo desconocido a su compañero. 
—Es inútil, —contestó este. ; 
—¡Ah!l—exclamó Bonnivet esgrimiendo con furia. 
o H—¿ Parece que se trata de un gentilhombre ? 
—¿Qué os importa? ¿Os he preguntado yo 
357
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.