Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

Herminia, que le amaba todavía, y que quería 
volver a él para siempre. 
Debió marcharse del Hospital para no ver a 
Paulino, y ahora se arrepentía de su severidad, 
pues su alma era muy buena. 
Una súbita esperanza penetró en su corazón. 
—|Irél—dijo con el tono resuelto de las de- 
-cisiones irrevocables. 
—| Bien, señor! Vendré por vos. 
—Yo puedo ir solo. ¿A qué tanto misterio? 
¿Adónde es? 
y —La dama tiene un poderoso enemigo del cual 
lo teme todo... y vos también... 
-—|Tormes!—pensó Paulino.—|¡Eso está bien 
Claro! 
Después dijo en voz alta: 
-—Entonces venid a buscarme esta noche, no 
* aquí, sino en mi propia casa, junto al palacio del 
gran senescal. Yo me marcho ahora mismo del 
Hospital. Mi escudero os indicará dónde es. 
; —| AM iré, señor! 
Virginia hizo otra reverencia, y salió conducida 
por Didier, 
Paulino, sumamente conmovido, se desplomó 
sobre una silla y comenzó a coordinar sus im- 
presiones y los acontec imientos. 
El escudero volvió. 
—Señor, me parece que habéis obrado mal en 
aceptar la cita. Esa bruja no me inspira con- 
fianza... y vos aun no estáis del todo bien. 
—No, no,—dijo el barón, dominándose.—Ya te 
e dicho que se trata de Herminia... Yo quiero 
Después añadió, casi en voz baja: 
—Escucha, Didier: es preciso que te informes 
aquí, en el Hospital... que hagas que hablen hasta 
las piedras de los muros, si fuera necesario, para 
saber si la hermana Santa Clara sigue aun en 
este lugar... Dices que me estoy muriendo, in-
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.