Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

un brazo, mientras con el otro indicaba el punto 
del bosque por donde huían unas sombras. 
¡ AMí... allí...—gritaba el pobre.-—¡ Corred... de- 
tenedlos!... ¡Se han llevado los sesenta mil duca 
dos del rey de Francia! 
Pero los fugitivos desaparecían por entre los 
árboles, envueltos en la creciente oscuridad de 
la noche. El crepúsculo iba cubriéndolo todo con 
su velo color malva. 
¿Cómo seguir las huellas de los bandidos ? 
¡No importa! Sin vacilar un segundo, la Garde 
se precipita en su persecución. Ya está internado 
en el bosque, seguido por Merlin y La Risole. 
Desgraciadamente se vieron obligados a echar pie 
a tierra a causa de la espesura que paralizaba la 
marcha de los caballos. 
Dejando éstos bajo la custodia de La Risole, el 
Ladrón de Corazones, seguido de Merlin, continuó 
la persecución. 
Han escuchado más que mirado, pues si bien 
la vista es limitada, podían oirse, sin embargo, 
los ruidos que hacían las ramas que desgajaban 
los bandidos en su huída, 
—¡Atención! —murmuró de pronto Paulino de la 
Garde. 
A pocos pasos de ellos se habían movido las 
ramas. 
—Es el viento, —dijo Merlin. 
-No,—contestó el Ladrón de Corazones. —Están 
hablando. 
En efecto, un ruido confuso de voces llegaba 
hasta ellos. Se fueron acercando hasta que llegaron 
a un pequeño claro. 
A la luz de la luna vieron unas sombras agru- 
padas, inclinadas hacia el suelo. : 
—Ellos son...—dijo Paulino. 
Había seis o siete personas reunidas alrededor 
de un cofre. 
Hablaban en voz baja. 
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