Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

y fiel gentilhombre, y de ayudarle en sus asuntos 
del corazón... cumpliendo al mismo tiempo mi 
venganza, 
¡Señor, gracias!-dijo el Ladrón de Corazones, 
radiante de alegría. 
Marchad, querido capitán, —dijo cordialmente 
WYrancisco de Valois, estrechando la mano de Pau- 
lino;—[hasta muy pronto! 
El barón salió de la tienda real gozosv de estar 
empleado al servicio particular de su soberano, 
feliz por la esperanza que hacía renacer en su 
corazón la palabra real. 
Cuando estuvo alejado hizo acallar la alegría 
tumultuosa que sentía en su corazón, que ya veía 
a Herminia salvada, y se puso a reflexionar sobre 
la misión que le acababa de ser confiada, 
Era importante, 
Era grave. 
Pero lisonjera, pues reflejaba la confianza del 
rey en su caballero. 
Aunque su resolución estuviese siempre a la 
altura de todos los obstáculos, y su energía al 
nivel de todas las grandes crisis, la Garde sentía 
no tener a su lado, para aquella empresa, al viz- 
conde de Vaudrey. 
¡Que este amigo le faltase precisamente en estos 
momentos! Se había aliado con él por instinto, 
quizá más que por gratitud, el día en que Robur 
atravesó, con la habilidad de su arco, una víbora 
que iba a morderle cuando con Didier exploraba 
los Alpes, algunos días antes de la batalla de 
Marignan. 
AMí le salvó la vida Vaudrey, del mismo modo 
que había salvado, en una cacería, la de la 
duquesa d'Aralsen y Solingen, aquella adorable 
Wanda, la intrépida y espléndida coronela de 
lansquenetes a quien un jabalí furioso iba a atacar. 
Apenas volvió Paulino al campamento francés, 
preguntó por el vizconde. Nadie sabía dónde se 
encontraba Robur, al que todo el mundo conocía 
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