Full text: Los amores de Francisco I.° y de la Gioconda

—| Nosotros también! _exclamaron los demás 
puntos. 
- —¡Lo malo es, suspiró Sauvigny,—que sólo sin 
esperanza se puede uno enamorar de la amiga 
del rey!... 
: — ¿Sin esperanza ?— dijo Gennevreuilles. -¡ Seño- 
res, yo he sido muchas veces el rival del rey, y 
deseo serlo también en esta ocasión! ¡ Mirad, va- 
mos a intentar reducir a la misteriosa beldad que 
Francisco 1 esconde para sí tan celosamente a 
todas las miradas! 
-—¡No debe ser, en verdad, una g'an virtuosa, 
el «regalo» del «condottiere»!—chilló La Guyonniére 
estallando de risa. 
—Entre los cuatro la conseguiremos, dijo el 
- príncipe.—La aventura podría desarrollarse una 
de estas noches en la casita que he alquilado en 
uno de los arrabales de Pavía, a orillas del 
Tesino. 
—Y en la cual, por cierto, ya se han desarrollado 
algunas aventuras galantes desde que el ejército 
francés ocupa el Milanesado...—dijo sonriendo in- 
—tencionadamente Roche-Montoise. 
—Sólo que tenemos que ser fuertes,- intervino 
Gennevreuilles, —si decido a Andrea para que 
venga una noche a mi casita... 
—Entonces, ¿es que vamos a trabajar para vos, 
príncipe ?—preguntó celosamente La Guyonniére. 
—No, de ninguna manera: cada uno para sí. 
-Llevemos a la bella a mi casa, Ella escogerá al más 
dichoso, y los demás nos resignaremos. ¡El juicio 
de Paris... pero a la inversal 
—|Vive Dios!l—exclamó Sauvigny,—la idea es 
divertidísima. La suscribo de buena gana. 
-—Pero será muy difícil, —reflexionó Roche-Mon- 
toise.—Si Andrea ama a Su Majestad le será fiel, 
se lo contará... y quedaremos chasqueados... 
—¡Demonio, conde! ¡nada de ideas sombrías! 
Somos jóvenes, fuertes y valerosos. ¡Seremos há- 
biles también! ¿Está dicho? 
ra. 
ar 
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