QOEGROESA SPAN EDMAGUSL LL: ER
— ¡Toma !-—se dijo de repente Paulino de la Gurde,
—me traigo su arco...
Se volvió, pero por más que miraba con cuidado
no vió por ninguna parte la gorra negra con la rama
de acebo.
XII
LA DUQUESA WANDA
Al día siguiente, por la tarde, se presentó
arquero en la entrada del campamento.
Un lansquenete gris de Aralsen le gritó en
lengua, terciando su larga lanza:
—¡Largo de aqui!
Pero el joven, sin dar la menor señal de terror,
solicitó hablar con el comandante del puesto.
El alemán, que no entendía el francés, reiteró su
orden, acompañándola con un gesto amenazador.
En aquel momento apareció el jefe del puesto.
Éste comprendía el francés.
—Amigo mío,—articuló Dacier,—dignaos mirar
esta sortija. Es probable que tengáis órdenes con-
cernientes al que la lleva en la mano.
Sin responder, el sargento le miró, como si quisiera
filiarle,
Al cabo de un minuto, llamó:
—¡Baum!
A este grito, un soldado con la cara toda llena de
granos se presentó, saludando.
—¡Baum, vais a llevar a este caballero a la
tienda de Su Alteza la duquesa Wanda! ¿Sabéis
en dónde está?.,.
—Y a, —respondió el soldado,—en el campamento
de los lansquenetes grises de Aralsen.
—¡Eso es!... ¡En marcha!
Baum y el recién llegado salieron,
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