El CAPITÁN 1 A GARDE DE JARZAC
Otra vez vuestras mejillas añtes de morder los meloco-
tones?
El beso no esperó a que fuese otorgado el permiso.
— ¡Señor !-—exclamó Petrilla,—para ser tan atrevido
preciso es que seáis un caballero de la corte.
—-Justamente.
—¿Veis alguna vez al rey?
—¡Muy a menudo!
—¡Qué feliz sois! Nosotras no le hemos visto
Nunca...
—Tal vez le hayáis visto sin sospecharlo...
—Dicen que es muy buen mozo...
—Miradme a mí. Aseguran que me parezco a él...
Pero es mejor que YO... y mucho más tierno para besar
a las hermosas...
Francisco 1 quiso unir el gesto a la palabra. Pero
Petrilla hurtó el cuerpo, haciendo un gestecillo servio.
—¡Pícara !-—exclamó el rey.-—Nadie creería encon-
trar tanto vigor y tanta austeridad detrás de esa linda
rente, esos ojos tan dulces y esa boca tan delicada-
Mente dibujada... Vamos, hija mía, me intrigáis en
Extremo. Estáis vestida de aldeana, pero no tenéis
de tal las manos, ni la cara, ni el lenguaje...
—Uso una pomada compuesta por el astrólogo Oro-
maz de Sevilla.
—Eso por lo que hace a las manos y a la cara...
“ro ¿y el lenguaje... tiene algo que ver con la pomada
de Oromaz?
-—He estudiado: mi madrina, que fué camarera, era
Muy instruida y hablaba muy bien. :
—¡Sea! Linda aldeana, me dardis las señas de
Vuestra choza. Iré a veros.
—¡Ah! ¡Ah!—dijo Petrilla riendo.—¿Tan pronto,
Caballero? ¡Oh! ¡esta gente de la corte !...
—¡Os lo ruego, hermosa mía !—suplicó el rey,
—Pues bien, escuchad,—repuso Petrilla, condescen.
diente;—en mi choza no podría recibiros, por los
Vecinos. Pero podemos vernos en casa de mi madrina,
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