Full text: El capitán la Garde de Jarzac

E 
Es 
CGCEOROES, SPITZMOEDER 
—No tenemos que apreciar eso. Lo que el tribunal 
debe conocer son los medios empleados por vuestro 
amo para incitar a madame d'Auberive,—que ha 
venido, —a tender un lazo a Su Majestad para ase- 
sinarle. 
—No sé nada de eso. 
—Escribano, poned con tinta roja: «Pregunta re- 
servada»., 
Al oir estas palabras, Campador se extremeció. 
El verdugo tembló de impaciencia, y miró de reojo 
el potro, 
—Otra cosa, —prosiguió el juez. —¿Qué interés 
tenía don Medina de Tormes en el asesinato de Su 
Majestad ? 
—Lo ignoro,—respondió casi temblando el español, 
—Escribano, otra «pregunta reservada», 
El escribano escribió. 
—Quiero—dijo el magistrado—haceros la misma 
pregunta en otra forma. ¿Quién es la persona por 
cuenta de la cual trabajáis? 
— ¿Yo? 
—Vos y vuestro amo. 
—¡No lo sabréis l—replicó José con una firmeza 
más forzada que sincera. 
—Eso es lo que vamos a ver. 
Y volviéndose al verdugo, añadió: 
—Arnolfo, aplicadle los borceguíes. 
Campador palideció horriblemente. 
Arnolfo, porque él era efectivamente el enmasca- 
rado, fué a abrir una puertecilla, y agitó la mano, 
llamando. 
Entraron cuatro ayudantes. 
A una orden muda del verdugo se acercaron al 
acusado, se apoderaron de él y le acostaron en un 
banquillo, al que le ataron fuertemente. 
Hecho esto, uno de los ayudantes descolgó de la 
pared cuatro recias tablillas de roble, introdujo dos 
entre las piernas del paciente, colocó las otras dos 
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