EL CAPITAN LA GARDE DE. JARZAC
En pocos segundos logró rehacer a sus hombres con
Unas cuantas palabras enérgicas y con su ejemplo.
Luego, haciendo frente a Osopo Palmanova, descon-
certado por este repentino retorno a la ofensiva, de
un mazazo le envió rodando, aturdido, a un foso
lleno de fango.
Al verle caer, los franceses se precipitaron, entre
gritos entusiastas, sobre los italianos, que huyeron
perseguidos de cerca.
El barón de la Garde, después de haber visto al
enemigo disperso y deshecho, volvió al foso en el
que cayera Osopo Palmanova. Le dolía que estu-
viera en el fango un caballero tan valiente, tal vez
no herido de muerte, sino simplemente aturdido. A
fuer de adversario generoso, Jarzac quería prestarle
auxilio.
Y presenció un extraño espectáculo...
Un pajecillo, de larga caballera rubia y rizada,
Sosteniía con una mano la cabeza del caballero mi-
lanés, en tanto que con la otra sacaba del cinturón
un afilado puñalito cuya hoja introdujo por debajo
de la gola...
Se oyó un estertor..,
Paulino de la Garde permaneció un momento para-
lizado por el asombro. Luego echó pie a tierra para
auxiliar a su enemigo vencido.
Pero, entretanto, el paje continuaba su horrible
labor, empujando siempre su puñal; de repente, a
través de la visera de Palmanova, brotó una espuma
Sanguinolenta...
El infortunado caballero se desplomó sin vida...
El Ladrón de Corazones se precipitó, cogió al paje
asesino, lo levantó en vilo, y le dejó en pie, a su lado.
Entonces, vió, con profundo estupor, el más lindo
Y gracioso rostro de mujer que pudiera soñarse, no
obstante la sangre que le manchaba. Los ojos limpi-
dos y llenos de luz, los labios rojos de delicado dibu-
251