- pa id Mr
EL CAPITAN LA GARDE DE JARZAC
Señor:
Pocas horas me separan tal vez de la muerte. Una
aventura me ha puesto en el trance de ser juzgado
por el Consejo de los Diez. Y de este tribunal casi
nunca sale nadie vivo.
He cumplido la misión que me encomendó Vuestra
Majestad. Dignaos ahora recibir mi adiós.
No tengo familia. Me despido, pues, de Vos, como
de la única persona a quien debo respeto y fidelidad.
Si algún día encontráis a la prometida que perdi,
la muy noble y muy hermosa mademoiselle Herminia
de Roquebrune, tened la bondad, señor, de decirle
que he muerto murmurando su nombre.
Envío también mi adiós a todos mis hermanos de
armas. Que Robur de Vaudrey no me olvide. Yo le
quería como a un deudo, como a un valiente.
Mi escudero Didier muere conmigo.
Saludo muy respetuosamente a Vuestra Majestad,
Y le deseo larga vida y gloria.
LA GARDE DE JARZAC.
El Ladrón de Corazones leyó su carta, Y añadió
estas líneas:
Lamento, sobre todo, no haber podido saldar mi
cuenta con Medina de Tormes, el raptor de made-
Mmoiselle de Roquebrune. Ruego al visconde de Varn-
drey o al teniente Mérovic que se encarguen de
acerlo,
El barón cerró la carta, puso el sobrescrito: A Su
Majestad Francisco I, rey de Francia, y se la en-
tregó a Pandolfo,
Éste la cogió con emoción, limitándose a decir:
—Tenéis mi juramento, capitán...
En seguida Paulino se preparó a comparecer ante
Sus jueces. Tenía la conciencia tranquila y el rostro
Sereno. ¡Moría esclavo de su honor, fiel a sus amis-
tades y a su amor, firme en su fel
315