OEORGES: SPILTZMUOLLER
V
EL BARÓN DE LA GARDE DE JARZAC
Algunas horas antes de todos estos dramas, la
mañana, radiante, se templaba con una suave brisa
que llegaba directamente del Mediterráneo. o
Al borde del sendero, sombreado por encinas y
nogales, dos hombres estaban sentados ante un blanco
mantel en el que había un jamón, un pan, frutas y
una bota de yino. ?
Atados a un árbol, no lejos de sus amos, dos caba-
llos de aspecto vigoroso, uno de los cuales estaba
elegantemente - enjaezado, despachaban también su
comida, hundida la cabeza en el saco de avena.
Uno de los comensales era un joven de veinte años
escasos, alto y apuesto, de porte arrogante, de fisono-
mía abierta y altiva. Su enérgico pt rfil de rubio
parecía arrancado de una medalla antigua.
Su gorra escucesa de terciopelo negro, adornada .
con un airón de plumas de halcón; su coleto, del 3
mismo tejido, por debajo del cual asomaba una cota
de malla de fino acero; las botas amarillas y flexi-
bles que ceñían sus piernas nerviosas y subían hasta
sus gregijescos grises acuchillados de azul, su cinturón
de cuero rojo que soportaba una larga espada y una
daga avalorada con turquesas, todo en él delataba al k
caballero de casa rica.
Bien diferente era su compañero, en el que se re-
conocía al servidor. Éste, vestido de paño pardo, con
un coleto de ante y un gorro de punto levantado por
un lado por una sencilla pluma de pavo real, tendría
unos treinta años. Señas particulares, como rezaban
los salvoconductos de la época; labios de glotón,
nariz sensual, aspecto eclesiástico, ojos maliciosos y
escudriñadores.
La comida campestre tocaba a su fin.
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