GETORARSSPLTLMO LEAR
colía, que acabaría por esfumarse, por desvanecerse,
a la llama del amor de Paulino...
Los dos jóvenes continuaban la dulce novela de
otro tiempo, por la página en que la dejaron un día
trágico.
Iban a leer de nuevo la divina página, a dele-
trearla, a saborearla deliciosamente...
Y las primeras palabras que se aparecían ante sus
ojos maravillados, eran:
—¡Te amo!...
vI
EL DESQUITE DE MEDINA
Paulino de la Garde y Herminia de Roquebrune,
montados en dos de los mejores caballos del coche
que abandonaron, habían vuelto sobre sus pasos, y
corrían a la sazón por el camino que les llevaba a
Padua.
El capitán recogería allí a Didier, su fiel escu-
dero, y al galope ganarían el Milanesado.
Allí estarían en Francia, puesto que el país había
sido conquistado y se hallaba bajo la protección in-
mediata del rey Francisco.
El Ladrón de Corazones no descansaría hasta
dejar en seguridad a Herminia de Roquebrune.
Sentía que sobre ellos se cernían mil peligros.
Además, la policía veneciana debía perseguir al
capitán.
Este conocía la violencia de los odios del Consejo
de los Diez y sus implacables venganzas.
Se había reído de aquel poder formidable, y se
había atrevido a insultar cara a cara al odioso tribu-
nal. Y, a este crimen de lesa majestad, había añadido
su fuga... la fuga de la cárcel en cuya puerta se.
jactaban de escribir los jueces soberanos; Y