Full text: El capitán la Garde de Jarzac

EL CAPITAN LA GARDE DE JARZAC 
—¡Vive!l—exclamó Herminia,—¡me han engaña- 
do!... ¡Y yo soy la mujer de otro!... ¡Oh! ¡Dios 
mío!... 
Mademoiselle de Roquebrune se llevó las manos 
a la frente, y cayó al suelo sin conocimiento. 
XII 
RECEPCIÓN HOSPITALARIA 
Al recobrar el sentido se encontró en una carroza 
cerrada. 
Era completamente de noche. 
Imposible ver nada por los cristales de las porte- 
zuelas. La misma oscuridad reinaba en el interior 
del carruaje. 
Fatigada, rendida por el viaje que debía haber 
comenzado hacía mucho tiempo, Herminia hizo un 
movimiento para cambiar de postura y extender sus 
miembros entumecidos. 
Tropezó con las piernas de una persona sentada 
enfrente de ella, en la banqueta de delante. 
¿Quién era? ¿Un hombre? ¿Una mujer? 
¿Quién era aquel compañero de viaje? 
Á esta pregunta muda acudió un nombre a su 
memoria. 
—¡Don Medina! 
Era él, quizá, quien... 
No: el duque le había dado su palabra de no acom- 
pañarla a España... 
Pero, ¿acaso no le había mentido al anunciarla 
como segura la muerte de Paulino de la Garde de 
Jarzac? 
_Fuera quien fuese, Herminia resolvió esperar el 
día, no decir una palabra, no proferir una queja que 
pudiese despertar a su compañero si dormía. 
Por lo demás, también él guardaba silencio. Y no 
Se movía, 
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