EL CAPITAN LA GARDE DE JARZAC
Las explicaciones dadas por el conductor al oficial
fueron juzgadas sin duda satisfactorias. El oficial
se alejó.
José Campador interrogó al conductor.
—Es el cuerpo de ejército del general Genouillac
que sale de la ciudad, —explicó el postillón.—Se dirige
al campamento,
_¡El campamento! ¡El campamento en donde estaba
?aulino !
La carroza reanudó su marcha.
Pronto se detuvo ante la hostería de «El Jarro de
Estaño».
José Campador pidió habitaciones y comida.
Apenas estuvo Herminia instalada en st cuarto,
llamaron a su puerta.
Abrió. No era Campador. Era un hombre con
una toga de magistrado.
—Señora, —dijo saludando con respeto, —soy senes-
cal de esta ciudad. Tengo orden de deteneros. Vues-
tro compañero está ya en mi poder.
—Pero... ¿por qué esta medida?
—La autoridad militar lo ha dispuesto así, hasta
tanto que comparezcáis ante el tribunal superior de
la provincia.
—Pero ¿por qué, señor senescal?
—Vuestro postillón y el hombre que os acompaña
son españoles. Ahora bien, una orden firmada por
Galiot de Genouillac invita a todos los bailíos y pre-
bostes a vigilar atentamente el paso de extranjeros
por la provincia y a detener a los súbditos del rey,
de Castilla y de Aragón con quien nuestro amado
señor está en guerra. Sé que sois la duquesa de Tor-
mes; pero la regla de que acabo de hablaros no debe
tener ninguna excepción.
El senescal hizo una seña a dos alguaciles que
esperaban en el corredor. Entraron. Uno de ellos, el
de más edad, puso la mano en el hombro de Herminia
77