PP
i
MN '
Mi
GEORGES SPITZMÚULLER
-—¡Amigo mío! ¡Amigo mío !-—balbució d Assigny,
en el colmo de la emoción.
-Os repito que aún no hay nada perdido. ¡Qué
demonio! ¡Tened confianza y fiáos de mí, que Os
sacaré de entre las zarpas de ese gato montés de
presidente !
El consejero permanecía sombrio
-—Vamos—-, articuló Santos, acercándose a él—.
Dándonos prisa, os salvo... Me marcho ahora mismo...
—¡No!-—declaró una vez más el magistrado-—. No
os quiero arrastrar en mi ruina... Permitid que rehuse
vuestra generosa ayuda. Sois joven y valiente, de
noble .cuna y de noble corazón... Us espera un porvenir
brillante. Es para mí un cargo de conciencia el com-
prometer todo eso...
Santos de Lusignan se había puesto muy serio.
—Mi vida ha concluido, señor d'Assigny; la des-
gracia pasó sobre mí, y en medio de la tormenta que
me arrebató mi dicha, sólo conservé un deseo: ser
útil... favorecer a aquellos a los que maltrata injusta-
mente la suerte... He sufrido tanto, amigo mío, que
quisiera evitar los sufrimientos de los demás, combatir
la injusticia, y servir a los corazones perseguidos. ¿Me
impediréis cumplir la misión que me he impuesto para
con vos, lo mismo que para con todos?
El consejero contemplaba, con admiración y respeto,
al joven y arrogante caballero, cuyo rostro altivo pare-
cía aureolarse de un resplandor de adorable bondad.
—Señor de Lusignan—, pronunció al fin—, te-
néis un alma muy hermosa... ¡y a vuestro lado me aver-
giienzo de mis flaquezas! ¡Perdonadme!... ¡Doy gra-
cias a Dios por la prueba que me envía, puesto que
le debo el haber conocido a un hombre como vos!
—Vuestro elogio me proporciona una alegría, amigo
mío: la de veros obligado a cobrar ánimos. De modo,
que está dicho, ¿no es verdad? Me obedeceréis... Us
138