GECROES 'SPIFTEMULEER
Vernerel seguía avanzando, con un paso acompasado
y grave. No lejos del conde, se detuvo, y, con voz
firme y seca, dijo:
Conde Juan de Foix, en nombre del Parlamento
de Tolosa, «
No dijo más.
¡Otra vez estos malditos golillas!-—vociferó el
s ordeno comparecer ante...
stellano ahogándose de rabia—. ¡Ah! ¡condenados
perros! ¿Lleváis vuestra audacia hasta penetrar a viva
fuera en mi casa? ¡Ni uno de vosotros saldrá de
aquí, lo juro!
Lanzó su caballo contra el grupo formado por el
presidente y sus acólitos.
¡Ah! ¡Aquí tenemos a maese Jeantoux y al en-
diablado Corbier!... ¡y me parece que conozco a ese
hombre con cara de garduña que se esconde detrás
de ellos!... ¡Es uno de esos condenados curiales que
ha ] vadirse del calabozo! ¡Vamosz,
aron la manera de
muchachos, apoderáos de esa gente!
Los hombres de armas se precipitaron inmediata-
mente hacia el grupo.
Pero, tras éste, se apiñaban todos los hombres que
tenían algo que temer de las iras del conde.
Comprendiendo que no se librarían de la venganza
del terrible caballero, preferían luchar, intentar la
resistencia.
Los amigos de Corbier estaban armados de vergajos,
de diver herramientas que les habían servido para
echar abajo las puertas: hachas, guadañas, plCOS...
¡barredme esa
- ¡Pronto !—rugió Juan de Foix-—,
canalla !
Los guardias levantaron sus lanzas y cayeron sobre
los villanos.
La refriega fué espantosa.
Los golpes eran asestados con la misma furia por
unos y otros. El conde acudía a la derecha, a la iz-
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