EY, EL EMBAJADOR y EL LEGADO
ESOR, el emperador ha muerto!
1) Con estas palabras saludó el canciller Daprat a
Francisco 1, aquella mañana de enero de 1519.
E inmediatamente dió detalles.
Acababa de recibir la noticia por conducto de los
hermanos Fugger, los acaudalados banqueros de Augs-
burgo.
Maximiliano 1, emperador de Alemania, había entre-
gado su alma a Dios en la ciudad de Linz, en Austria,
el 12 de aquel mes, dictando el último capítulo del
Weiss-Koenmig (el Rey Blanco), historia romántica de
su vida.
El último capítulo del libro fué también el último
de su existencia.
Francisco 1 escuchó en silencio el relato del can-
ciller Duprat.
Habíase estremecido al anuncio de aquella muerte,
como si fuese una buena noticia. Desde que se Supo
que el emperador estaba enfermo, el rey de Francia
puso sus ojos en el trono de Alemania.
Pensaba en lo que había sido Maximiliano de Aus-
tria, con quien Francia tuvo que luchar muchas veces,
y que dejaba el recuerdo de un buen monarca, de
carácter inconstante, pero de indomable valor; hábil
guerrero y excelente político, supo hacer que recayesen
157