“O ETRE VOS RAS TA
de lo que pasa en ella, y me entero de todas las nove-
dades... sobre todo cuando se refieren a vos.
—¿Qué queréis decir?—balbució Francisca,
semblante se demudó;
El abogado pareció turbado, y guardó silencio.
¡Hablad, caballero !-—insistió la joven.—¿No de-
cíais antes que queríais aparecer a mis o0j franco y
leal?
Estas palabras parecieron poner término a las vacila
ciones de d'Assigny. *
—Sea, señora... Perdonadme si os ofendo al deciros
la verdad que exigís de mí... Sé... que amáis al rey...
Estas palabras salieron trabajosamente de la boca
del joven, y en su rostro se reflejó repentinamente una
emoción intensa, cruel como una tortura...
—¿Era eso?..-—murmuró Francisca.
—Amáis al rey—, repitió d'Assigny, recobrando poco
a poco el dominio de sí mismo—, y ahora doy crédito
a esos rumores que, hasta hace un instante, consideraba
infames hablillas... Le amáis, señora... y por eso deseáis
romper los lazos que os unen al conde de Cháteau-
briant.
D'Assigny se había levantado, y recorría el despacho
con agitación. Francisca de Foix, muy serena, respon-
dió:
—Os engañáis, caballero... Esos lazos me pesan desde
el instante en que se celebró mi matrimonio.
El abogado del Parlamento se detuvo bruscamente
ante la condesa, y clavando en ella una mirada pene-
trante, articuló:
—¡Sed franca y leal vos también, señora! Cuando
ese amor se adueñó de vuestro corazón, fué cuando pen-
Sasteis en romper el juramento de fidelidad prestado a
Vuestro esposo.
—j¡No!-—exclamó Francisca con energia—. ¡No!...
Y ved, caballero... recordad... ¿qué os dije en Foix?
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